Salud mental en niños y jóvenes: la nueva pandemia

Salud mental en niños y jóvenes: la nueva pandemia

Salud mental en niños y jóvenes: la nueva pandemia

Hay que enseñarle a nuestros hijos y estudiantes que cuidar la salud mental es tan importante como cuidar la salud física. Así como comemos bien, también debemos cuidar nuestras emociones y hablar de ellas para sanar, quizás buscando a un amigo o a un adulto de confianza.

Camilo Camargo - Rector

Ya han pasado dos años y medio desde que nos encerramos por causa del Covid- 19. Desde ese entonces, este año escolar pareciera ser lo más parecido a lo que teníamos antes, salvo por un agravante: la salud mental de los niños y jóvenes. La salud mental impacta su desempeño académico, sus relaciones con sus pares, profesores y familiares, sus emociones, su estado de ánimo y su comportamiento. Cuando la salud mental no está bien, causa una terrible angustia y diversos problemas en las actividades diarias.

No es que antes los estudiantes no sufrieran de depresión o de ansiedad o de trastorno oposicional desafiante, lo que pasa es que antes se observaban como casos más aislados, con condiciones más particulares, y ahora es algo que está acompañando a muchos de esta generación. Es por esta razón que las instituciones educativas, además de estar en la carrera por cerrar la brecha académica que se abrió, estamos entendiendo cómo la pandemia afectó la salud mental de manera generalizada y estamos aprendiendo a incorporar dentro de lo que hacemos todos los días esta nueva realidad que ya no se puede tratar como un tema aislado. Cabe aclarar que esto es algo que no solo está aquejando a los adolescentes. Estamos observando niños que desde los 4 años ya presentan síntomas de afectación en su salud mental.

Hoy hago un llamado a que instituciones educativas y papás estemos más alerta que nunca de aquellas señales que nos puedan indicar que algo no está andando bien y hagamos equipo para poder ayudar al bienestar de nuestros niños y jóvenes lo más pronto posible. No normalicemos comportamientos típicos de la ansiedad o la depresión pensando que es algo de la edad o pasajero. Es mejor pecar por exceso de atención en estos temas.

Cuando tengamos la sospecha debemos buscar ayuda sin dudarlo. Los problemas de salud mental no se arreglan solos, así como un hueso no se solda solo sin ayuda de un yeso. Hoy hay muchísima evidencia científica y existen muchísimas opciones de tratamiento según la edad. Un diagnóstico temprano puede ayudar a salvar una vida.

¿Cómo estar alerta y cómo ayudar? Fijémonos muy bien en los cambios de comportamiento. Los papás conocen a los hijos mejor que nadie y se van a dar cuenta, entonces ojo con pasarlo por alto. Cambios en el sueño, desmotivación, mayor irritabilidad o cambios en el apetito pueden ser muy buenas señales. Sin embargo, si no hay buenos hábitos y rutinas en el hogar y en el colegio va a ser muy difícil darnos cuenta de los cambios. Dormir y comer bien, hacer ejercicio y acordar un tiempo regulado de pantallas y redes sociales, es lo mínimo que deberíamos garantizar. Si en nuestra casa se come a deshoras y cada uno come lo que quiere cuando quiere, si la hora de dormir no es fija, si los niños tienen exposición ilimitada a las pantallas, etc., cualquier problema relacionado con la salud mental se va a camuflar. Parte de estos buenos hábitos también es fomentar en nuestros niños y jóvenes relaciones positivas basadas en el respeto mutuo, relaciones que los hagan sentir bien y en las que puedan ser ellos mismos de manera tranquila y natural.

Además de los buenos hábitos y las relaciones positivas, a los niños y jóvenes debemos ayudarlos a anticiparse y a planear, pues algunos psiquiatras dicen que gran parte de la ansiedad de los estudiantes proviene de lo desconocido. Por ejemplo, los profesores puede ayudar mucho a los estudiantes recorriendo el horario escolar de la semana y ayudarlos a planear sus tareas con una agenda. Para los papás, antes de empezar una etapa nueva, cómo el nuevo año escolar, hacer preguntas sobre las posibles clases que vendrán, a qué extracurricular se quisieran meter y visualizar con ellos lo bueno que sería hacer un plan o el otro. Si se viene la excursión del colegio, buscar juntos fotos en Internet de ese lugar y ayudar a que se visualice ahí con todo lo que vendrá. Tener pensamientos positivos enfocados en lo bueno que viene y no sobre la posible “tragedia” que está por venir, los ayudará a enfrentar de una mejor manera los miedos que tengan.

Es muy importante conversar con los niños y jóvenes sobre lo bueno y lo malo que les pasa. Es fundamental oír y validar sus experiencias y dar oportunidades explícitas para que se puedan expresar y para que los adultos a su alrededor podamos entender cómo ayudarlos en lo que les emociona y en lo que los pone nerviosos.

Hay que enseñarle a nuestros hijos y estudiantes que cuidar la salud mental es tan importante como cuidar la salud física. Así como comemos bien, también debemos cuidar nuestras emociones y hablar de ellas para sanar, quizás buscando a un amigo o a un adulto de confianza. No todo les tiene que gustar siempre, no todo tiene que estar perfecto y está bien poder reconocerlo, poder entenderlo y poder actuar cuando se sienten de una u otra manera. Si no los ayudamos a entender qué les pasa, no pueden manejarlo y el escape para sentirse bien va a ser muy probablemente incursionar en actividades riesgosas como el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas o la autolesión (Ver artículo “Permiso para sentir”). Es importante aclarar acá que cuando les preguntemos, ellos no se pueden ni se deben sentir juzgados, de lo contrario cerraremos ese canal de comunicación. Cambiemos el “Por qué” por el “Qué”. Es muy diferente preguntar “¿Qué es lo que no te gusta de esa actividad?” que “¿Por qué no te gusta esa actividad?”. Esta última pregunta tiene un tono que indica que el problema es del niño e inmediatamente nos cerrará la puerta para seguir hablando.

Para que todo esto de lo que venimos hablando funcione para nuestros niños y jóvenes debemos trabajar en conjunto. Hablemos abiertamente entre las casas y los colegios, sin que los papás o los profesores se sientan juzgados. Acá lo que importa es el niño o el joven del que estamos hablando y cómo ayudarlo y no de que otros piensen que mi rol como profesor o como papá se está cuestionando. Las enfermedades relacionadas con la salud mental son eso, enfermedades. No es culpa de nadie que un niño esté deprimido, simplemente está enfermo. Pero si es culpa de los adultos no hacer nada porque los niños no saben qué les está pasando y no tienen la capacidad de autogestionar una enfermedad a ese nivel. Unámonos sin prejuicios y saquemos adelante esta nueva pandemia de la salud mental que se nos avecina.

Recordemos que para tener una buena salud mental debemos trabajar en cuatro componentes: tener relaciones saludables, hábitos positivos, pensamientos positivos y reconocimiento de nuestras emociones. Toca trabajar todos los frentes para fomentar una buena salud mental. Un niño o un joven mentalmente sano gozará de una buena calidad de vida y se va a desempeñar bien en todos los aspectos de su día a día.

Palabras del rector

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La importancia de enseñar en Ciudadanía Global

Para que haya una verdadera transformación, las instituciones educativas debemos, no solo enseñar de manera curricular, basados en los tres dominios mencionados por Naciones Unidas, sino también ir a la práctica. Artículo original tomado de El Espectador21 de agosto...

La verdad que incomoda

Abrámonos a la posibilidad de ver y entender las diferentes posiciones.  Aprovechemos en los colegios para entender el informe de la Comisión, al igual que analicemos las posturas de las personas que lo critican. Hablemos, discutamos, conversemos y construyamos en...

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La importancia de enseñar en Ciudadanía Global

La importancia de enseñar en Ciudadanía Global

Para que haya una verdadera transformación, las instituciones educativas debemos, no solo enseñar de manera curricular, basados en los tres dominios mencionados por Naciones Unidas, sino también ir a la práctica.

Camilo Camargo - Rector

El hecho de que el mundo esté cada vez más interconectado, que hablemos más idiomas que antes, que haya mayor movilidad laboral y académica y que en segundos nos enteremos de lo que acaba de pasar en otro continente, no significa que seamos ciudadanos globales. La interconexión significa que tenemos más fácil acceso al mundo, pero no necesariamente que seamos parte activa de éste. Violaciones a los derechos humanos, pobreza, inequidad, deterioro del medio ambiente, entre otros, aquejan al mundo en el que vivimos y debemos generar consciencia de que lo que pasa en Ucrania, por ejemplo, no es un problema local de quienes viven ahí, sino es un problema global que nos compete a todos. El hecho de entender estas realidades y tomar acción en pro de un mundo más sustentable, tolerante, seguro, respetuoso, pacífico e inclusivo, es ser un ciudadano global.

Nadie nace ciudadano global. No es que los niños y jóvenes de hoy hayan venido con el “chip” de ser globales. Ésta es una habilidad que se adquiere, que hay que enseñar a los estudiantes en los colegios y que busca empoderarnos en todas las edades para que asumamos roles activos en problemáticas, ya sea dentro del propio entorno o en otros más lejanos. Los colegios que no estén incorporando la Ciudadanía Global en sus currículos se están quedando cortos en lo que el mundo requiere de nuestros niños y jóvenes. No podemos esperar más o de lo contrario se quedarán inmersos en la burbuja en la que estamos esta generación de adultos, que miramos de costado lo que pasa a nuestro alrededor sin inmutarnos, como lo dije en mi columna de hace dos semanas “La verdad que incomoda”.

De acuerdo con las Naciones Unidas, la educación en ciudadanía global se basa en tres dominios del aprendizaje. El primero es el cognitivo, el cual brinda las habilidades de pensamiento ―como el crítico y el creativo― y de conocimiento necesarias para entender mejor el mundo y sus complejidades. El segundo dominio es el socioemocional, es decir aquellos valores ―como el respeto, la responsabilidad y la honestidad― , actitudes ―como la apertura a la diversidad o la vocación de servicio- y habilidades sociales ―como lo empatía― que permiten a los niños y jóvenes vivir con otros de manera respetuosa y pacífica. El tercero es el de comportamiento, entendido como la aplicación práctica y el compromiso que asumen con una problemática, como, por ejemplo, ser individuos autónomos interesados en participar en la sociedad que intentan transformar.

Para que haya una verdadera transformación, las instituciones educativas debemos, no solo enseñar de manera curricular, basados en los tres dominios mencionados por Naciones Unidas, sino también ir a la práctica. Solucionar problemas en contextos reales es lo que les irá mostrando a nuestros niños y jóvenes lo que significa vivir una vida significativa de liderazgo y servicio en colaboración con otros. Les enseñará en la práctica lo que significa el cuidado el otro, el compromiso con una causa, el entendimiento de que cualquier esfuerzo suma y que todo lo que hagamos debemos hacerlo lo mejor que podamos porque siempre va a generar un impacto.

Cuando una institución incorpora la ciudadanía global de manera explícita e intencional en su currículo, incluida la práctica, es cuando de verdad está ofreciendo una educación integral a sus estudiantes con una promesa de valor clara de que su paso por el colegio los hará mejores personas que le aportan a su familia, a su ciudad, a su país y al mundo. Sin duda el tener mejores ciudadanos globales va a ayudar a que el impacto de estos jóvenes se vea traducido en buenas personas que aportan en lo local, al igual que en lo global.

Los niños y jóvenes de hoy tienen mucho para aportarle al mundo. No esperemos sentados a que sean mayores de edad para que hagan los grandes cambios. Esa frase que dice que “los niños son el futuro” está mandada a recoger. Los niños son el presente y desde ya pueden hacer grandes cambios, solo debemos darles las herramientas adecuadas.

Palabras del rector

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La verdad que incomoda

Abrámonos a la posibilidad de ver y entender las diferentes posiciones.  Aprovechemos en los colegios para entender el informe de la Comisión, al igual que analicemos las posturas de las personas que lo critican. Hablemos, discutamos, conversemos y construyamos en...

La verdad que incomoda

La verdad que incomoda

La verdad que incomoda

Abrámonos a la posibilidad de ver y entender las diferentes posiciones.  Aprovechemos en los colegios para entender el informe de la Comisión, al igual que analicemos las posturas de las personas que lo critican. Hablemos, discutamos, conversemos y construyamos en conjunto el país que queremos para el futuro.

Camilo Camargo - Rector

La Comisión de la Verdad fue la entidad que el gobierno creó en 2017 para conocer y reconocer lo sucedido en el conflicto armado en Colombia y, de esta manera “sentar las bases para la no repetición, mediante un proceso de participación amplio y plural para la construcción de una paz estable y duradera”. Una entidad que a mi juicio ha hecho un ejercicio serio y dedicado para levantar la verdad teniendo en cuenta todas las voces. La verdad es incómoda y muy dura de aceptar y por eso ha generado tanta polémica.

Vivimos en una sociedad hipócrita, individualista y evasiva que le cuesta mirar a los ojos al otro cuando lo necesita o cuando se equivoca. Un ejemplo claro de ello es cuando manejamos en el carro y sabemos de reojo que alguien necesita de nuestra ayuda para pasar, pero preferimos no voltearnos y hacernos los que no vimos para que el otro piense que no nos dimos cuenta y por eso no lo pudimos ayudar. Así ha pasado con el conflicto armado en Colombia. Lo miramos de reojo, lo miramos como si fuera el problema de otros. Para bien o para mal, nos haya ido como nos haya ido, para todos los que nacimos y vivimos en Colombia lo que haya pasado con el conflicto armado y lo que siga pasando nos compete. Pero no nos compete solo desde nuestra visión y nuestra realidad, nos compete también desde las diferentes miradas. Como dice la célebre frase del autor estadounidense Mark Twain “Lo que nos mete en problemas no es lo que no sabemos, es lo que sabemos con seguridad pero que no es así”. Nuestra verdad no es la única realidad. Por eso rescato tanto el trabajo de la Comisión de la Verdad por mucho que incomode y apoyo su difusión en los colegios, como lo propone esta entidad.

Algunas personas están aterradas con esta idea porque sienten que tiene un sesgo político, otros creen que el informe contempla una verdad parcial y no total, otros dicen que la historia de lo que pasó la están escribiendo unos pocos, otros tienen miedo porque creen que el gobierno entrante lo que va a hacer es adoctrinar a los niños con mentiras sobre lo ocurrido, en fin… muchas posturas muy radicales y obtusas. Quienes critican el informe y su difusión no se están dando cuenta de la oportunidad de oro que tienen nuestros niños y jóvenes de conocer las diferentes perspectivas de la historia de su país desde la empatía, porque la vida que les tocó sí que los ha adoctrinado a pensar desde su propia realidad. Tampoco se están dando cuenta de la oportunidad que tienen nuestros niños y jóvenes de desarrollar y poner en práctica su pensamiento crítico. Si no les damos información de diferente índole a los estudiantes, entonces ¿cómo les vamos a enseñar a pensar?

Por supuesto que el informe, como cualquier otra información, no hay que tragarlo entero, hay que analizarlo, discutirlo, profundizarlo. Entender este informe les va a generar curiosidad por el otro, les va a enseñar a plantear soluciones, les va a enseñar a comprender el hoy y a cambiar el futuro. Tanto que hablamos de la construcción de paz, pero es que la paz no se soluciona con la firma de un acuerdo. Se soluciona entendiendo el país en el que vivimos, que va mucho más allá de las cuatro paredes de un salón de clases.

No difundir el informe de la Comisión de la Verdad es hacerle un daño a la democracia, es menospreciar el criterio de nuestros niños y jóvenes y es enseñarles que lo que no nos toca directamente no nos compete, como cuando vamos en el carro.

Nuestra historia es muy dolorosa, pero hay que aceptar que cosas horribles pasaron para poder construir hacia adelante. Muchos grupos, incluyendo guerrilla, paramilitares, bandas, fuerza pública, y la misma sociedad estuvieron involucrados y de forma activa o pasiva son responsables de lo qué pasó. Debemos reconocer que esto no se trata de buenos y malos, sino de qué pasó y qué podemos aprender sobre esa historia. Abrámonos a la posibilidad de ver y entender las diferentes posiciones. Aprovechemos en los colegios para entender el informe de la Comisión, al igual que analicemos las posturas de las personas que lo critican. Hablemos, discutamos, conversemos y construyamos en conjunto el país que queremos para el futuro.

Como lo dije en una entrevista reciente que me hizo la revista Semana, es muy importante que todos los colegios tomen una postura activa para entender lo que sale del informe de la Comisión y lo socialicen y lo hablen con los estudiantes de manera clara. Creo que tenemos una responsabilidad como sociedad de entender qué pasó.

Palabras del rector

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La verdad que incomoda

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La verdad que incomoda

Sí al no: Una mirada a la disciplina positiva

Sí al no: Una mirada a la disciplina positiva

La casa no puede ser el lugar seguro donde nada pasa. La casa es el lugar seguro donde se aprende a vivir en sociedad para poder enfrentar el mundo con herramientas de autocontrol, autocuidado, autorregulación, con una buena lectura del contexto para poder cuidarse y cuidar a los demás que los acompañarán en todas las instancias de la vida: jardín infantil, colegio, universidad, trabajo, familia, amigos.

Camilo Camargo - Rector

La disciplina positiva es una corriente impulsada por dos psiquiatras austriacos. Es muy popular en la crianza de los padres de hoy, sobre la cual rescato elementos valiosísimos como la construcción de relaciones basadas en el respeto. Hay otras corrientes similares, como crianza con respeto, que dan unas directrices interesantes sobre cómo ser padres generando relaciones diferentes con los hijos. Estas alternativas tienen aspectos interesantes. Sin embargo, me aterra la distorsión que ha generado en las relaciones entre los adultos y los niños, en las cuales los adultos le dan a creer al niño que es el centro del universo y el adulto, en una visión equivocada de la disciplina positiva, le otorga ese poder. Por eso hoy hago un llamado para que entendamos de qué se trata tener una relación respetuosa entre padres e hijos o entre profesores y estudiantes.

Basar las relaciones en un trato amable y respetuoso que escuche y comprenda los puntos de vista de los más pequeños es muy valioso porque les enseña también a tratar a otros de la misma manera, a ser más empáticos con sus pares. Este tipo de interacciones les sube la autoestima al hacerlos sentirse valorados y comprendidos, lo cual es maravilloso para cualquier ser humano, no importa la edad que tenga. Pero el problema está en la distorsión que esto genera porque el padre de familia o el profesor a veces interpreta que marcar un límite o frustrar es irrespetuoso. Y no lo es. Un niño está aprendiendo a vivir en sociedad, está aprendiendo que su libertad termina cuando empieza la del otro, que no todo vale, que no a todos les funciona lo que él necesita, que debe medir los riesgos para cuidarse y cuidar a otros, que no todos piensan igual que él, que no todos tienen lo mismo que él ni tampoco él puede tener lo mismo. Y en ese camino de aprender inevitablemente se tiene que frustrar. Frustración no es igual a irrespeto. Irrespeto es maltratarlo física o verbalmente, es silenciarlo, es humillarlo. Frustración es igual a aprendizaje. Es entender que no soy el centro del universo.

Claro, lo más fácil es que no se frustre, que deje de llorar, que obtenga lo que quiere para que esté tranquilo, pero es que los adultos no estamos viendo el panorama completo. Si hoy, cuando están pequeños, los niños no aprenden a asimilar que les digan que no, ellos no van a aprender a poner un límite cuando lo necesiten. Cuando tengan que tomar decisiones difíciles, como cuando les ofrezcan drogas en una fiesta, o cuando les propongan tener relaciones sexuales y no estén seguros, entonces ¿qué va a pasar? Siempre van a decir que sí, pues es lo que siempre han obtenido sin consecuencia alguna. Esto en lo que respecta a su autocuidado, pero ¿qué cuando se trata del cuidado de otros? También son los que van a hacer bullying a otros cuando no les parezca con lo que dicen o dejan de decir o son los que van a insistir e insistir para que otros tomen sustancias psicoactivas o para que tomen riesgos innecesarios o para que su pareja haga lo que ellos necesitan hoy y ahora.

Hoy en día es frecuente encontrar perfiles de este estilo. Niños y jóvenes que se creen el centro del universo, que el límite con ellos mismos y con los demás no existe, y que se sienten como pavos reales creyéndose invencibles porque saben que sus padres los apoyan. Veo profesores que a veces titubean en poner los límites por temor a la reacción de los padres. Entiendo que un papá o una mamá siempre quiera lo mejor para sus hijos, pero ¿qué entenderán ellos sobre qué es lo mejor para sus hijos? ¿Que no se frustre? ¿Que no se equivoque? Lo mejor para los hijos son los límites para poder construir las relaciones sanas, responsables y respetuosas que todos los niños y jóvenes se merecen tener. La casa no puede ser el lugar seguro donde nada pasa. La casa es el lugar seguro donde se aprende a vivir en sociedad para poder enfrentar el mundo con herramientas de autocontrol, autocuidado, autorregulación, con una buena lectura del contexto para poder cuidarse y cuidar a los demás que los acompañarán en todas las instancias de la vida: jardín infantil, colegio, universidad, trabajo, familia, amigos.

Para tener hijos y estudiantes felices hay que hacer concesiones, por supuesto, pero también hay que decir muchas veces no, con paciencia y sin rendirnos, exponiendo nuestra posición con cariño y respeto, pero con la firmeza y la seguridad que ellos necesitan.

“Educar es cansarse amorosamente”, dice el psicólogo uruguayo Alejandro Di Barbieri. Y así es. Papás, profesores, no nos rindamos. Por más agotador que sea poner límites, una y otra vez, es lo que los niños y niñas necesitan. Es nuestra labor. Recuerden: nuestra responsabilidad en el proceso de formación es ser papás o mamás y no los mejores amigos de nuestros hijos. Esto requiere mucha persistencia y límites claros que le permitan a estos jóvenes a ser buenos ciudadanos en un contexto donde no están solos, no son el centro de atención y sí tienen mucho que aportar para generar una mejor sociedad.

Palabras del rector

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Dispositivos electrónicos: ¿En dónde quedó el cara a cara?

Dispositivos electrónicos: ¿En dónde quedó el cara a cara?

No dejemos las conversaciones importantes en un chat. Que el chat sea un recurso rápido cuando necesitemos arreglar un tema logístico como una recogida, pero no una conversación importante. 

Camilo Camargo - Rector

En los últimos años, la tecnología ha logrado mantenernos conectados, nos da acceso a un universo de posibilidades, en nivel conocimientos y de personas, que en otro momento hubieran sido imposibles de contactar. Y, durante los aislamientos de pandemia, nos dejó continuar parcialmente con nuestras vidas. Gracias a esta, hoy podemos reducir miles de viajes, ya que para algunas reuniones nos replanteamos la necesidad de la presencialidad.

En temas educativos, la tecnología ha desarrollado múltiples habilidades en los estudiantes y les ha dado la oportunidad de aprender a aprender. En días pasados evidencie, por ejemplo, el encuentro de un autor con estudiantes a través de Zoom. Fue emocionante ver cómo los estudiantes le preguntaban sobre su obra y el proceso de escritura. Después los estudiantes hicieron carteleras virtuales en las que lograron mostrar de forma gráfica algunos de los mensajes que aprendieron en la sesión.

Pero, curiosamente, esta herramienta, que tiene tanto potencial de unirnos, está teniendo un impacto negativo en nuestro desarrollo socioemocional. Y los más afectados por esto son nuestros niños y jóvenes. Esta afectación se da básicamente en dos niveles. El primero, en una desconexión de la realidad y, el segundo, en una reducción significativa en habilidades como la empatía y la compasión.

Hagamos un recorrido por la vida de un niño o joven de esta generación. Probablemente, pasó horas en su infancia usando las pantallas como un chupo electrónico, mientras sus papás comían o hacían otras actividades. En otra generación, este niño hubiera participado de manera activa en conversaciones con los adultos y hubiera interactuado de muchas maneras físicas con pares, creando mundos y jugando de miles de maneras. A través de esas interacciones físicas con adultos y pares, desarrollaría habilidades de resolver conflictos, entender perspectivas múltiples y ver reacciones de las personas a sus comentarios y acciones.

Al crecer un poco, este joven tiene acceso a un celular a través del cual vive algunas de las interacciones más importantes de su vida. Por un lado, está chateando con cientos o miles de personas a través de aplicaciones como Snapchat, TikTok o Instagram. Está siguiendo a influenciadores con mensajes de todo tipo. Ve las “vidas perfectas” de muchas personas a través de sus fotos y gran parte de sus horas de descanso las pasa mirando banalidades en estas redes.

La mayoría de su vida social gira alrededor de su celular. Las grandes conversaciones de su vida ocurren por chat: la declaración de amor a alguien que les gusta, el comentario sobre un profesor, el chisme sobre un compañero. Todo esto a través de un dispositivo. Esas interacciones, que antes se daban de manera física, ahora son a través del dispositivo móvil.

Algunos dirían que esto es positivo porque permite acelerar la comunicación, pero cuando la interacción es a través de una pantalla, los jóvenes pierden la perspectiva del impacto que pueden tener sus comentarios, el tono de la conversación se malinterpreta en ambos lados de la pantalla, la inmediatez los hace tener reacciones reactivas innecesarias y, cuando hacen esperar a alguien con su respuesta, generan ansiedades que se pudieran evitar si volviéramos al cara a cara. El diálogo está dejando de ser importante porque quien escribe se concentra en lo que tiene que decir sin estar en sintonía con lo que el otro está sintiendo, ni tener la paciencia de esperar una respuesta antes de contestar. Si no le gusta la reacción o no quiere leerla ahora, simplemente guarda el celular y deja al otro esperando una respuesta. Es como si en el cara a cara le diéramos la espalda a nuestro interlocutor sin ninguna explicación tan pronto empezara a expresar lo que siente. Los dispositivos pueden conllevar a “conversaciones” súper egoístas y cero empáticas porque cada uno escribe cuando le parezca que lo debe hacer, en el tono inmediato que le pareció, sin detenerse un minuto a pensar en el otro.

Los dispositivos aliviaron a los jóvenes de esa acción tan incómoda algunas veces, pero súper necesaria, que es el “dar la cara”. Hoy dos amigos pueden estar en el mismo salón de clases y en lugar de resolver sus asuntos en el recreo de una vez, lo hacen por chat. Uno escribe tratando de solucionar y el otro lee y guarda y tan pronto sale a recreo corre para no tener que dar la cara. El otro se queda con la angustia de no entender qué pasa y saca conclusiones durante todo el día. ¿Y de quién lo aprenden los jóvenes? Adivinen. De nosotros los adultos. La situación que acabo de describir seguramente les parece conocida y muchas veces han evadido a un familiar, a un amigo o a un compañero de trabajo de la misma manera. Los dispositivos son perfectos para evadir y desentenderse de una situación.

No podemos enseñarles a los jóvenes a “solucionar” por ese medio. Tenemos que mostrarles el valor de hablar cara a cara y si no estamos en el mismo espacio físico, hablar por teléfono en tiempo real también da el poder de hablar cara a cara. Empecemos por decirles a nuestros hijos o a nuestros estudiantes, cuando nos manden un chat que mejor hablemos en la casa o en el colegio cuando lleguemos o llamémoslos inmediatamente. No dejemos las conversaciones importantes en un chat. Que el chat sea un recurso rápido cuando necesitemos arreglar un tema logístico como una recogida, pero no una conversación importante. Y esto no solo aplica para los problemas, sino para felicitar a alguien por un logro, preguntarle por su estado de salud, saludar por el cumpleaños. ¿Nos cuesta tanto llamar y saludar? Cuando los motivamos a resolver los problemas cara a cara y a conectar con alguien en tiempo real, les estamos ayudando a construir relaciones, a entender al otro y a ser entendidos, a solucionar ahora para saber ya qué está pensando el otro y así evitarles angustias y ansiedades innecesarias, a pedir perdón y a recibirlo, a no interpretar mensajes. Enseñémosles a nuestros niños y jóvenes a hablar de frente y de manera oportuna, y que cuando tengan algo que decirle a alguien lo aborden con confianza y sin ningún temor. A que cuando vean a alguien triste o feliz se acerquen y conecten, no a que manden un mensaje después de dos días. “Hola, hace unos días te vi triste en el recreo, ¿estás bien?”. Conectar los hará vivir libres de angustias, los hará vivir más tranquilos y seguros en su entorno.

La tecnología es y seguirá siendo maravillosa, pero el emoticón del pulgar levantado no nos puede dejar tranquilos después de que peleamos con alguien. Llamemos, reparemos, busquemos al otro. No puede ser que esta vida eficiente de la tecnología también vuelva eficiente las emociones. Esas no se aceleran con la tecnología. Por el contrario, esas tienen el riesgo a sepultarse con la tecnología si nos olvidamos de conectar en tiempo real, en el cara a cara.

Palabras del rector

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Un espacio seguro para todos

Un espacio seguro para todos

Un espacio seguro para todos

Tengan la tranquilidad de que seguiremos trabajando como Colegio para garantizar que Los Nogales sea un espacio seguro, en el que todos los estudiantes se puedan desarrollar como personas de bien, que sigan los códigos sociales presentados en nuestros principios fundacionales y que están identificados dentro de nuestros documentos institucionales.

Camilo Camargo - Rector

Una de las promesas de valor de nuestro Colegio es la de ofrecer un espacio seguro para todos los miembros de la comunidad. Para ello, año tras año, consolidamos y mejoramos nuestras iniciativas para la protección de nuestros estudiantes a través de varios frentes, siempre a la luz de los lineamientos morales y éticos establecidos en nuestro Manual de Convivencia y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Un espacio seguro significa ser un Colegio donde se promueve el desarrollo de las diferentes maneras de ser y de pensar. En el que además se puede garantizar que todos, independientemente de la religión, género, etnia, procedencia social o cultural, identidad sexual, posición política, retos académicos o profesionales, entre otros, puedan relacionarse y desenvolverse con tranquilidad en su día a día, sin que nadie los rotule, los juzgue ni los excluya. A esto nos referimos cuando en Los Nogales hablamos y trabajamos por consolidar una comunidad diversa e incluyente. 

Pero un espacio seguro no solo significa tener una cultura incluyente que promueve el respeto por el otro. También significa que en Los Nogales garantizamos la protección de nuestros estudiantes con unas normas y protocolos claros y concretos, que permiten ser conscientes de los peligros, saber identificarlos y mitigarlos a tiempo. 

Gracias a nuestro trabajo en este sentido, el fin de semana pasado, nuestro Colegio fue elegido como anfitrión de los Talleres de Protección al Menor (Child Protection Workshops) que ofreció por primera vez en América Latina el Consejo de Colegios Internacionales (Council of International Schools – CIS). En estos talleres, especialistas de talla mundial nos hablaron sobre la importancia de que todos los adultos trabajemos juntos para proteger a los niños de abuso, que se puede evidenciar en cuatro grandes áreas: físico, emocional, sexual y de abandono o negligencia.

Como Colegio, hemos avanzado mucho en este tema, buscando acompañar a nuestros estudiantes de la mejor manera en sus procesos individuales. Aún tenemos bastante trabajo por hacer para fortalecer nuestras políticas institucionales de protección de estudiantes, de identificación del abuso, de selección de personal y de cómo incorporamos más elementos de prevención en nuestro currículo bajo la sombrilla de Fines. En los próximos meses seguiremos trabajando en estos temas y los compartiremos con la comunidad para que entre todos podamos trabajar unidos por nuestros niños y jóvenes.

Uno de los temas que más atención tuvo durante el taller es el acceso que tienen los estudiantes alrededor del mundo a contenidos inapropiados a través de Internet y redes sociales. Las estadísticas presentadas por los especialistas coinciden con lo que vemos en el Colegio. Por ejemplo, el número de niños y niñas que están teniendo acceso a pornografía a través de internet desde muy pequeños ha aumentado drásticamente y de manera generalizada en diferentes países. Esta exposición a contenidos explícitos, que los estudiantes no están listos para ver, debe ser evitada a toda costa, pues, por un lado, los puede hacer más vulnerables si llegan a verse enfrentados a una situación de abuso, dado que normalizan las situaciones que ven, y también los pone en contacto con personas de malas intenciones. Adicionalmente los niños expuestos a este tipo de contenidos desarrollan un referente inadecuado de lo que son las relaciones entre personas, que puede afectar sus propias relaciones cuando crezcan. En ese sentido, nuestra responsabilidad como adultos es que nuestros niños no puedan acceder a través de su celular, tableta o computadores a estos contenidos. Por esto, hacemos un llamado para que todos los padres instalen controles parentales para monitorear y reducir el acceso de los estudiantes a estos contenidos. Para tal fin, les recomendamos usar programas como Qustodio o Norton Family Premier, o instalar dispositivos en la casa, como Circle, que ayudan en el proceso de monitoreo, filtro de contenidos y manejo del tiempo de uso de Internet.

Tengan la tranquilidad de que seguiremos trabajando como Colegio para garantizar que Los Nogales sea espacio seguro, en el que todos los estudiantes se puedan desarrollar como personas de bien, que sigan los códigos sociales presentados en nuestros principios fundacionales y que están identificados dentro de nuestros documentos institucionales. Esta es una tarea que no podemos hacer completa sin su apoyo. Si ustedes saben de alguna situación que comprometa la protección de sus hijos o de otros estudiantes, agradecemos que nos informen a la mayor brevedad a los directores de sección para que juntos podamos tomar las acciones del caso.

Palabras del rector

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