Acompañar desde lo sensorial y el lenguaje, una propuesta desde Fonoaudiología y Terapia Ocupacional

    Por: Jenny Rodríguez, terapeuta ocupacional y Mónica Sáenz, fonoaudióloga – DAE

    Las  familias desempeñan  un rol fundamental en el desarrollo de la autorregulación emocional y conductual de sus hijos. Este proceso comienza con la corregulación, una habilidad clave que se cultiva desde la infancia y que consiste en ayudar a los niños a calmarse y manejar situaciones emocionalmente intensas o sensorialmente abrumadoras, a través de la presencia, la guía y el modelaje de un adulto significativo.

    La neurocientífica Caroline Leaf explica que, al corregular con alguien, se activan las neuronas espejo, lo que permite que una persona en estado de desregulación emocional “refleje” la calma de quien la acompaña. Es decir, nuestro equilibrio emocional puede convertirse en un ancla para los niños.

    Este acompañamiento resulta esencial durante los primeros siete años de vida, etapa en la que ellos aún no cuentan con los recursos internos suficientes para regular por sí solos emociones intensas, estímulos sensoriales o factores estresantes del entorno. En este sentido, padres, docentes y compañeros mayores cumplen un papel vital: actúan como puentes entre la emoción desbordada y la contención que facilita el aprendizaje de estrategias para el manejo emocional.

    Con el tiempo, y gracias a estos apoyos repetidos y coherentes, los niños comienzan a desarrollar su propia capacidad de autorregulación, que les permite responder de manera autónoma, reflexiva y empática ante los retos de la vida cotidiana.

    ¿Cómo pueden los adultos acompañarlos  en momentos de desregulación?

    Algunas crisis sensoriales o emocionales pueden parecer rabietas, pero tienen causas más profundas: cansancio, hambre, dolor o sobrecarga del entorno. Para acompañarlos adecuadamente se recomienda:

    • Observar: analizar qué ocurre en el entorno y qué comunica el niño con su conducta. 
    • Diferenciar: Reconocer si se trata de una rabieta (búsqueda de atención) o una crisis sensorial (reacción a un malestar interno).
    • Reconocer señales: Evitación, por ejemplo, taparse los oídos o esconderse. O búsqueda sensorial, como moverse mucho o tocar todo.
    • Ofrecer contención: brindar un espacio tranquilo, hacer una pausa o simplemente estar presentes, puede ayudar a recuperar la calma.

    Los adultos, también pueden acompañar desde el lenguaje que calma, guía y nombra lo que los niños sienten. El lenguaje, como herramienta fundamental de la comunicación humana, desempeña un papel crucial en la regulación del aprendizaje, el comportamiento y las necesidades. Nombrar, describir y compartir las experiencias permite comprenderlas  y manejarlas de manera efectiva. De acuerdo con esto, los adultos pueden orientar a los niños mediante:

    • El modelaje de las reglas de discurso, como tomar esperar el turno, mantener el contacto visual y practicar la escucha activa.
    • El apoyo en el uso de palabras para describir sus necesidades o emociones.
    • La lectura de cuentos, ya que es  una excelente manera de enseñarles cómo identificar y regular sus emociones.
    • El establecimiento de  metas y planes, aprovechando el lenguaje como herramienta para organizar los pasos necesarios. 
    • La formulación de  preguntas abiertas que los invite a expresar sus ideas y emociones en detalle. Por ejemplo: “¿cómo te sientes cuando…?”, “¿qué piensas qué podríamos hacer?”.

    En conclusión, acompañarlos mediante  estrategias sensoriales y un lenguaje empático, potencia su desarrollo de la autorregulación y fortalece el vínculo entre padres e hijos.

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